domingo, 9 de septiembre de 2007

Historia humana para duendes, lección II

Pues si que empezaba bien. La profesora Mindalí se iba a enfadar. Mucho. Muchísimo. Primera excursión al mundo humano, y ya se había perdido. No debió separarse del grupo, pero la atrajo un extraño ruido, y tenia que mirar que era. Se acerco a tiempo de ver pasar a gran velocidad el extraño carro de metal, con gente dentro asomada en ventanas, rostros que apenas le daba tiempo a ver. Si no recordaba mal las clases, la maquina era un “tren”.

Cuando perdió de vista el ultimo vagón, fue a reunirse con el resto de compañeros. Pero ya se habían ido. No debían estar muy lejos, pero no sabia en que dirección buscar. Revoloteo a lo alto de los árboles, lo mas alto que se atrevió, pero no los veía. Volvió otra vez a donde había pasado el tren, y se sentó en uno de los trozos de metal que marcaban el camino.

Empezó a recordar que había dicho la profesora para estos casos. Lo primero es ocultarse, o disfrazarse, cualquier cosa antes de que vieran un ser mágico. La invisibilidad nunca se le había dado bien, pero si sabia tomar forma humana. Así pasaría desapercibida. Entono una hermosa canción y empezó a aumentar de tamaño. Una vez tuvo una talla humana, las alas empezaron a encogerse y pegarse a la piel, hasta formar un curioso dibujo en su espalda. También sus ropas habían cambiado, mostrando un traje de tela donde antes estaba su hermoso vestido de hojas.

Se levantó y empezó a andar siguiendo el camino de metal. Al cabo de un tiempo, se encontró con lo que parecía un camino, pero de un color negro, con varias líneas blancas. También había varios indicadores, nombres de ciudades seguramente. Empezó a seguir uno de los caminos negros. Era fácil andar por ellos, mas que por el camino de metal por donde se movían los trenes.

Empezaba a distinguir unas casas, al parecer a los lados del camino, cuando un enorme ruido la asusto. Parecía un trueno, pero el día estaba despejado. Además, parecía que se acercaba. Miró a su espalda y vio uno de esos carros sin caballos que le había enseñado la profesora. Era de color rojo, y se movía muy rápido, casi tanto como el tren. De pronto, paró soltando un montón de humo por las ruedas y dando un chillido horrible.

Del interior del carro salió un hombre. O al menos ella pensó que sería un hombre, aunque era diferente a las imágenes que había visto en clase, parecia mas gordo y bajo. Empezó a decirle un montón de cosas desagradables, algunas de las palabras nunca las había oído antes. Estaba muy asustada, por si el hombre le iba a hacer algún daño, y estaba a punto de empezar a llorar cuando el hombre se quedó callado. La estaba mirando de arriba abajo.

-“¿Un hada?”-Preguntó con incredulidad.-“¿Qué hace un hada por aquí?”-

-“Yo... esto...”-La sorpresa de que la reconocieran a pesar del disfraz la hacia tartamudear-“...me he perdido..”-

-“Pues estas de suerte. Soy Niddles, autentico mago, uno de los pocos humanos que han viajado a vuestro mundo.”-

-“Mi... mi nombre es...”-El mago la callo al momento.-

-“¡Chist! ¿No aprendiste nada en la clase? Claro, esta debía ser tu primera salida. Nunca digas tu nombre a nadie, o tu destino se enlazara con esa persona. Has tenido mucha suerte de que yo sea la primera persona que te encuentra. Sube en el coche, iremos a mi casa y allí podrás descansar mientras hablo con alguien de Arcadia.”-Niddles le abrió una de las puertas del carro.-“Si nos encontramos con alguien, déjame hablar a mi. Y nada de curiosear por ahí. Seguro que fue eso lo que te ha metido en este lío.”-

Se metió por donde le señalaba el mago, y se sentó en el extraño carro. Niddles no dejaba de hablar, pero era divertido y agradable. Y gracias a el, el castigo por perderse se compensaría con todo lo que podría aprender del mundo humano, y la envidia de todos los compañeros cuando les contase su aventura. Como no dejaba de decir el mago, realmente había tenido suerte.

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