miércoles, 19 de septiembre de 2007

Precuelas I

Miró seriamente a los dos hombres que tenía delante. Dos semanas de preparativos, tres días de vigilancia, y pierden de vista al sospechoso en una estación de metro semivacía. Desde su casi metro noventa de altura, Hugo los observaba como un dios antes de someter a alguien a un castigo divino.

- ¡La perdisteis de vista! ¡Un Camuflado localizado, y le perdéis de vista! ¡Y esta noche hay luna nueva! ¡Solo le queda una victima mas para poder cambiar de cuerpo!

Siguió gritándoles mucho mas, mientras José hablaba con Narciso a través de los comunicadores. Un Camuflado era complicado de coger, pero no era demasiado peligroso, así que Frida pensó que estaría bien poner a algunos novatos a trabajar en una misión de vigilancia. Él pidió mas agentes veteranos, para tener parejas veterano-novato, pero no, los veteranos tenía que ayudar a Blanca y a María con el caso de la secta. Y claro, pasó lo que tenía que pasar. Una de las parejas la cagó. Dejó de gritar a los novatos y suspiró. Al menos las chicas no tendrían problemas.

- Vale – dijo José colgando el móvil. Miró a Hugo con cara seria. – Dice Narciso que hagas la Llamada. Ordenes de Frida.

- Temía que diría eso. – Respondió a la vez que lanzaba una mirada de odio profundo a los dos asustados agentes. – Espero que no nos salga muy cara.

Todos los agentes odiaban hacer la Llamada. La entidad que te atendía era algún tipo de demonio negociador. Te daba lo que pidieras a cambio de alguna cosa. En ocasiones eran tonterías, como por ejemplo que cantases una canción o saltases a la pata coja. Otras veces, algún objeto de valor material, como un reloj, un coche o incluso una casa. Pero también había precios abusivos. Y se decía que el alma era el menor de ellos. Al menos, te decía el precio antes de que hicieras la compra.

Sacó el teléfono móvil del bolsillo de la chaqueta y lo apagó. Luego le saco la batería y la tarjeta. Mientras, José había cogido un trozo de cartulina, había dibujado una tarjeta de móvil y la estaba recortando con un cuchillo. Cuando terminó el trabajo, se la pasó a Hugo, que la coloco en el lugar correspondiente en el teléfono. Y bajo la mirada atónita de los dos novatos, empezó a marcar mientras tarareaba una canción, sin ponerle la batería de nuevo. Cuando noto que la magia dotaba de “vida” al móvil, dejo de marcar y se lo llevó a la oreja. Una voz sensual, ni masculina ni femenina, hablo al otro lado de la línea.

- Intercambios, ¿qué necesita? – Preguntó con una musicalidad innecesaria.

- Información. Necesito saber donde puedo encontrar a alguien. – Respondió Hugo, de forma un tanto seca.

- Sea mas preciso, por favor. –Dijo la voz de forma monótona.

- Busco a un espíritu escondido en el cuerpo de una mujer de 32 años, pelo rubio, mide uno sesenta y siete, y respondía al nombre de Rosa. – Se concreto, pero no preciso, se recordó a si mismo. No les des mas información de la que necesiten. – Quiero localizarlo antes de que cometa un asesinato esta noche.

- Déjeme un momento comprobar el precio de hoy por esa información. - ¿Sonaba un teclado por el otro lado de la línea? Hugo esperaba que solo fuera su imaginación – Es una información sencilla, así que le saldrá barata. Ropa de calle para dos humanos, o dos trajes completos.

- ¿Y de donde voy a...? – Empezó a protestar, cuando su mirada se posó sobre los dos novatos. Estos empezaron a temblar al ver la sonrisa de su superior. – Trato hecho.





- Te has pasado – le estaba recriminando José, ya en el coche. – Frida se cabreará cuando se entere.

- Era el precio que pusieron, y no me pareció especialmente alto. – Se defendió.

- ¿Pero también les tenias que obligar a volver a la central con tan solo un abrigo para los dos? – Ninguno de los dos olvidaría la cara de espanto y sorpresa de los noveles, al verse desnudos en el callejón en cuanto Hugo colgó el teléfono.

- Siempre puedo decir que era parte del trato.