Dirigió su hercúleo cuerpo sin seguir dirección alguna, sin dirigirse a ningún sitio. Empezó a plantearse dejar la existencia física, pues sin un enemigo no había razón para tenerla. El aura que le rodeaba, tan brillante en un principio, se había ido apagando poco a poco. No le quedaba nada.
Dio media vuelta y volvió a donde había tenido lugar la caída de su némesis. Cogió el frío acero del suelo, allí donde su rival lo había dejado caer, y se preparo para descargar el golpe que pondría fin a su sufrimiento. Entonces apareció la luz.

Avanzo en la oscuridad ayudado por la luminosidad que desprendía lo poco que quedaba de su aura. No entendía bien que pasaba. Parecía un pasillo largo y estrecho, y cada cierto tiempo tenia la impresión de ver puertas cerradas a los lados. Anduvo sin preocupación, sabiendo que había combatido a la oscuridad en muchas ocasiones saliendo vencedor en todas ellas, y que en toda oscuridad podía acabar hallándose algo de luz.
Y eso encontró, a cierta distancia. Parecía ser que una de las puertas estaba abierta. No sabia que podía haber al otro lado, pero desde el momento en que vio la luz supo a quien podría encontrar. No estaba muerto, había encontrado una forma de escapar del combate. Y estaba en algún lugar al otro lado de esa salida. Aumento la velocidad, y con cada zancada aumentaba también el brillo del aura dorada. Atravesó la luz con decisión, al tiempo que escuchaba las palabras:
“Vale, enviad una sonda, y veamos de donde vino el nivel 2”
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