sábado, 20 de octubre de 2007

Precuela II

La noche era perfecta. La luna nueva y el cielo despejado permitían ver las estrellas brillar en el firmamento, y la iluminación a base de antorchas y velas hacia que los invitados pudieran disfrutar de la maravillosa vista. El anfitrión se acercó a otro grupo para saludarlos, y presentarse ante los que no conocía. Saludo, un poco de charla, despedida y siguiente grupo. De vez en cuando paraba a algún camarero para dejar la copa vacía y coger otra. Durante su recorrido se encontró con algunas viejas amistades, hizo algunas nuevas, que esperaba le sirvieran en un futuro, y tuvo algunas palabras cortas y rápidas con algunos rivales. Todo se desarrollaba como debía. Y entonces apareció ella.

Nunca antes la había visto, ni como invitada suya ni de otro. Lo primero que hizo que se fijara en ella fue su aura, era un aura fuerte y poderosa que hacia que todo el mundo girara sus ojos hacia ese cuerpo. Tenía una preciosa melena negra lisa que se desplegaba a su espalda llegándole a la cintura, casi como una capa corta, que hacia buen juego con el vestido de noche blanco. Los labios rojos estaban en una permanente sonrisa que provocaba que los solteros se acercaran a hablarle, y las esposas sujetasen a sus maridos. Pero eran sus preciosos ojos verdes, acompañados de unos rasgos asiáticos, lo que hizo que siguiera observándola durante demasiado rato. Con una señal, indicó a su secretario que se acercara.

-¿Quién es esa dama? – Le preguntó. – No recuerdo haberla visto antes.

-Déjeme ver... – Pidió su ayudante. – Ha venido acompañando a Pablo Pichón. – Su señor le miró con expresión interrogativa. – El hijo de Vicente Pichón.

-Ya veo. ¿Por qué la ha traído?

-Al parecer esta interesada en temas esotéricos, y esta fiesta es una buena oportunidad de ver las estrellas, señor. No hemos podido averiguar mucho mas, nos avisaron de su llegada esta misma mañana. – Pero su señor ya no le hacia caso. Todos sus sentidos le decían que, por fin, la había encontrado. La fiesta podría acabar realmente bien.



Tras unas disculpas y unas sonrisas mas, Blanca se alejo de la cohorte de hombres que la rodeaban. Giró la esquina y se apoyo en la pared, suspirando de cansancio, e intento relajarse un poco. La voz de Narciso destrozó el intento.

-¿Qué tal va todo por ahí?

-Estupendamente. – Respondió con algo de sarcasmo. – Tengo tantas futuras citas que no tendré problemas de pareja durante dos años. Dile a Maria que tenia razón, el hechizo de glamour era excesivo.

-Vale, pero vuelve y estate atenta. A ver si puedes acercarte a alguno de los peces gordos.

-Lo intentare, pero no es tan sencillo.

Salió de su escondite y tropezó con un hombre apuesto y elegante. Tenia la piel morena y el pelo corto y negro, y unos rasgos evidentemente árabes. Iba con un traje clásico, quizás algo anticuado, y era algo mas alto que ella, aunque de complexión similar. Por suerte para ambos, ninguno llego a caer al suelo.

-¡No sabe cuanto lo siento, señorita! – Empezó a disculparse el caballero con un fuerte acento. – Vi como se alejaba de la fiesta y temí que hubiera pasado algo.

-No se preocupe, me encuentro bien – respondió Blanca, volviendo rápidamente a su papel. – Solo espero no haberle hecho daño, señor...

-Puede llamarme Zuberi. Soy el anfitrión de esta fiesta.

-¡Oh!, una fiesta preciosa. – Bingo, pez gordo. Ahora que uno ha picado el anzuelo, recoge poco a poco. – El hecho de poder contemplar todas las estrellas hace que merezca la pena venir a un lugar tan alejado de la ciudad.

-Permítame ofrecerle una copa, por favor. – Cogió dos de un camarero que pasaba a su lado, y le ofreció. – Tome.

-Muy amable – Respondió tomando un sorbo de vino.

-Si, la luz de las antorchas no molesta tanto como los focos. – Zuberi señalo a una brillante estrella. – Ahí puede ver la Estrella Polar, y con ella podemos localizar todas las constelaciones.

-Ya lo se. Si seguimos ese grupo de estrellas, vemos la Osa Menor. – Blanca tomo otro sorbo. Quizás debería dejar de beber, empezaba a marearse. – Y allí esta la Osa Ma-Mayor.

-Veo que ya sabia de constelaciones. Mire aquel grupo de allá, forma la figura de Orión. – Mientras el anfitrión hablaba, soltó la copa en la bandeja de un camarero, con tan mala suerte que se volcó en la bandeja, derramando el vino. – Y si mira un poco mas a la derecha, verá un grupito de estrellas casi invisible, que solo podemos disfrutar en noches como esta.

Su cabeza empezaba a dar mas vueltas, apenas escuchaba lo que Zuberi le contaba. ¿Cómo podía estar tan mal si apenas había bebido? El árabe siguió hablando. ¿Qué estaba diciendo? ¿Algo de una constelación dedicada a un dios maldito? De pronto comprendió el porque estaba así. En un ultimo esfuerzo, intento hacer saber a Narciso que la bebida estaba...

-... drogada...

3 comentarios:

Iriem dijo...

Hola Victor! Esta vez he tardado en leer tu relato! Lo siento!
A ver, dos detalles me han llamado la atención. El primero es que me da la sensación que no lees tu relato antes de publicar. Te aconsego que lo hagas, descubrirás que a veces cometes algunos fallos gramaticales o de expresión que dificultan algo el texto o que provoca que se pierda cierta elegancia. También evitarías así algunas faltas de ortografía.
Y ahora la parte buena. Has mantenido bien el ritmo del texto y resulta interesante el final pues deja en vilo al lector. Es una buena técnica pero conmigo no vale! Que yo me impaciento mucho! ¿para cuando la continuación? Resumiendo: Buen escrito!

Iriem dijo...

EEEEEEYYYYY!!! QUE YA HACE MUCHO QUE NO PUBLICAS!!!!! PARA CUANDO UN RELATO???

Misósofos dijo...

Me encantan las fiestas donde te drogan gratis.